Maurice

Mauricio fue nombrado primero Dina Arobi por navegantes árabes durante la Edad Media los cuales  fueron los primeros en visitar la isla. 


En 1507 los marineros portugueses encontraron la isla deshabitada. El marino portugués Pedro de Mascarenhas  dio el nombre de Islas mascareñas pero no fue hasta la llegada de los Holandeses que se le llamo Mauricio.


Más tarde la isla se convirtió en una colonia francesa y pasó a llamarse Île de France. El 3 de diciembre de 1810 los franceses tuvieron que cederla, tras la derrota de Napoléon. Bajo el dominio británico el nombre de la isla volvió a Mauricio. También se conoce comúnmente como Mauritius en inglés o Maurice o Île Maurice en Francés. 

Y no fue hasta el 7 de mayo que yo aterrice en la isla, siendo así mi primer viaje desde la Reunión. Mis ideas preconcebidas de la isla eran el turismo de lujo, la privatización de sus playas y templos hindúes por todos lados y la verdad no estaba muy equivocado. 

En los últimos años Mauricio ha visto como su popularidad en tierras asiáticas y del medio oriente ha crecido hasta tal punto que las compañías aéreas ofrecen vuelos casi diarios para ofrecer las vacaciones de ensueño a aquellos que anhelan casarse en sus playas paradisíacas.  

En mi caso, como es habitual en mis viajes, decidí buscar el lado más auténtico de la isla, alojándome en casa de una chica local. Al principio, buscando en Couchsurfing me sorprendió la cantidad de respuestas y gente que se ofrecía para alojarme,  teniendo en cuenta que los mauricianos no viven en la abundancia en comparación a los Franceses de la Reunión, me demostró una vez más que los que más dan son lo que menos tienen. 

La chica en cuestión era una oficial de policía de lo más simpática y agradable y como pude comprobar en la última noche, también era una excelente cocinera. 





A parte de una gran cocinera también resulto ser una campeona de speed badminton, disciplina que desconocía hasta ese momento.


Mi casa en Mauricio

Las medallas que cubrían todo el apartamento


De echo este viaje lo había concebido sólo pero al final una amiga reunionesa se apuntó. Ella se quedó en el Hotel y yo fui con mi plan inicial de utilizar couchsurfing. Eso sí cuando vi la habitación de ella sentí como una cierta envidia y ganas de hacer el viaje como un turista normal. Aún así, resistí, cosa de que me alegro ya que la comodidad no lo es todo cuando se viaja, al menos para mí. 

El hotel
Bueno el caso es que aprovechamos los 3 días para movernos alrededor de la isla y poder descubrir el Mauricio más auténtico con la ayuda de nuestra nueva amiga. Decidí alquilar un coche con una empresa local y resultó de lo más divertido. Ya sólo el personaje que nos recibió en el aeropuerto, sus maneras completamente distendidas y tranquilas, la verdad es que no se estresaba mucho el buen hombre. 


Eso sí, la historia acabo más o menos así... 


Y para devolver el coche, simplemente llegar al aeropuerto, dejar la llave en el interior y cerrar la puerta. 

Bueno, volviendo al viaje en sí, decidimos hacer el primer día de excursión para subir al punto más alto de isla, el Pitón de la Rivière Noir. Cabe decir que el relieve de la isla no es muy accidentado pero aún así hay varias excursiones que se pueden hacer si se tiene tiempo y ganas de hacer algo más que tomar el sol como sería Le Pouce, Les trois mamelles o el Morne Brabant, este último es obligatorio de hacerlo con guía ya que la mayor parte es privado, teniendo en cuenta que desde 2010 forma parte del patrimonio de la Humanidad pues cuesta creer que así sea pero sí. 



Subiendo todo parecía genial, buenas vistas, buen tiempo pero al llegar arriba la cosa cambió y se volvió un poco negro, no siempre se puede tener suerte.



En principio desde ahí arriba se puede ver las Cascadas y el paisaje de las gargantas pero ese día no se veía nada de nada aún así aprovechamos para observar los monos que viven por esas montañas.

Black River National Park


Otra cosa divertida fue ver como todos los locales llegaban en manada con los autocares para recojer las guayavas que crecían en libertad por los alrededores. Un sinfín de gente con cubos llenos a rebosar, al verlo yo también quise mi parte del pastel, pero después de haber pasado unas cien personas no quedaban ni las raíces. 

Comprame unas Guayavitas por favor
Después fuimos a visitar el templo de Ganga Talao, uno de los templos más importantes y sagrados de Mauricio para los Hindúes de la isla. Cada año hay un gran festival que atrae a todos los peregrinos para festejar el Maha Shivaratree durante el mes de Febrero el cual, según mi amiga, es todo un espectáculo. 





Al llegar al templo, el cuál se encuentra en un lago artificial en el interior de la isla, lo primero que se observa es esta estatua enorme dedicada a Shiva y al lado otra que estaba en construcción.

En el templo un montón de gente intentaba poner pequeñas ofrendas alrededor del lago, digo intentaba ya que a parte de la lluvia también había otros impedimentos para conseguir una ofrenda en condiciones.




















La verdad es que estaba precioso como templo o mejor dicho como lugar ya que se notaba que la gente percibía ese lugar con respeto y devoción. Quizá en otra ocasión podré presenciar el festival.

Después la lluvia volvió a caer y decidimos ir hacía la playa a buscar temperaturas más cálidas pero no sin antes comer uno de esos platos hindúes que me gustan tanto.



Llegamos a la playa demasiado tarde así que al menos pudimos ver una puesta de sol y pasear por la playa de Flic-Flac.


Al día siguiente y después de la experiencia de frío y lluvia decidimos hacer un recorrido por zonas menos elevadas y asegurarnos el sol. Fuimos a ver el trou aux cerfs, un antiguo volcán ya extinguido con un lago en su interior. La zona es bonita y permite observar desde una vista panorámica la costa y diversas localidades mauricianas.




En ese momento el coche decidió hacer cosas raras y no encender, probablemente un problema de batería, así que después de negociar con nuestro querido personaje de la agencia de aquiler decidimos encontrarnos en el aeropuerto para recoger otro. Ya que teníamos tiempo fuimos a Blue Bay, una zona costera cerca del aeropuerto para hacer tiempo. La verdad es que me gusto ya que no habían muchos turistas o casi ninguno y se respiraba un ambiente muy local, con varias bandas de jóvenes tocando música con sus instrumentos tradicionales, gente bañándose o simplemente paseando.

El coche de los helados




Personalmente me gustó el ambiente que se veía en la zona sur de Blue Bay donde todos los locales pasaban el domingo en familia, tocando maloya o segga y sobretodo por que el ambiente que se respiraba era diferente de lo que se veía en las zonas más turísticas.

Ya una vez devuelto el coche y después de un par de bromas de Gerald al ver a mis dos amigas y pidiéndome que le diera una, decidimos ir a la capital Port Louis ya que en la radio decían que había una celebración China en las calles con actividades diversas, danzas y bailes tradicionales. 





Al día siguiente empezamos por la zona del Morne Brabant y de ahí a visitar las playas del Norte, donde se concentran la cantidad más grande de complejos turísticos.

Las vistas del Morne Brabant

Un domingo a la Mauriciana


Otro rincón que me cautivó, la playa de Trou aux Biches.








Sobretodo por que ahí comí uno de los mejores noodles que haya comido nunca, !incluso en China¡





Después siguiendo la ruta fuimos a Mont Choisy 










De ahí hacía Pereybère donde nos encontramos con un templo hindú de lo más bucólico, con sus estatuas dentro del mar y la mujer poniendo las ofrendas y aprovechando para limpiarlo. 










Y ya para llegar hasta el cabo norte de la isla llamado Cap Malhereux con las vistas hacía la isla de  Coin de Mire.


En un momento de esa ruta decidimos visitar uno de esos hoteles donde la gente pasa sus vacaciones en Mauricio. Al llegar y después de un protocolo de preguntas con el guardián del Hotel pudimos entrar y hacer una visita con uno de los conserjes. Al preguntar si la playa era privada nos dijo que no, que cualquiera podía entrar en ella. Me sorprendió esa respuesta ya que la playa ni tan siquiera se veía detrás de los muros de hormigón que rodeaban el hotel, al preguntar como se podía tener acceso a ella, él simplemente respondió: Muy sencillo, en barco.




El último día teníamos sólo la mañana para hacer una última vuelta antes de irnos hacia Rodrigues así que decidimos ir a visitar el Jardín botánico de Mauricio situado en la localidad de Pamplemousses que fue creado por el naturalista botánico Pierre Poivre el cuál lucho para que este Jardín fuera un orgullo de los habitantes de la Isla y en cierto modo lo consiguió.

Uno de los atractivos del Parque es poder ver los Nenúfares Gigantes originarios del Brasil.









Y de ahí en ruta para otra experiencia hacía la Isla Rodrigues, la hermana pequeña de Mauricio pero no sin antes de que esta Isla nos de un último mensaje a recordar. 





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