Shangri-la y nuestro amigo el Buda

Bienvenidos a Zhongdia, conocida ahora como "Shangri-La", la tierra donde reina la paz y la serenidad en base a la novela “Horizontes Perdidos” de James Hilton publicada en 1933.

Esta novela relata la llegada de un grupo de extranjeros al monasterio tibetano de Shangri-la, un lugar utópico y paradisíaco en la cordillera del Himalaya.. Considerado como una metáfora de la espiritualidad oriental y de la sociedad perfecta,  gobernada por unos sabios lamas en completa armonía y paz absoluta.  

Gracias a la novela, la región adopto ese nombre para promocionar el turismo y el desarrollo de la zona ya que los estudiosos de la novela concluyeron que la zona coincidía con las descripciones literales del libro. En cualquier caso, ya que el acceso al Tíbet esta muy restringido, en mi caso hasta tuve que firmar un papel en la embajada de China en Barcelona conforme no iba a visitar dicho territorio durante mi estancia en China, visitar este lugar es como una pseudo estancia en el Tibet debido a la cantidad de Tibetanos que habitan en la región, los cuales se llevaron consigo su cultura, religión, tradiciones y manera de vivir. 



En mi caso, fuimos a visitar a uno de los mejores amigos del padre de mi amiga Lingzi, el cuál era el monje o buda que presidia el templo más importante de la región, el llamado Ganden Sumtseling Gompa, también conocido como el pequeño Potala en referencia a su hermano Tibetano. 

Ganden Sumtseling Monastery




Llegamos en Taxi desde Lijiang, en plena noche y el conductor no tenía ni idea de llegar al hotel que habíamos reservado. Nos dejo en plena calle, con un montón de perros alrededor y sin tener ninguna referencia visual de donde estábamos. Con tanto nervio nos olvidamos la caja de té que su padre nos había dado para regalársela al Buda en el taxi, la verdad es que me supo muy mal ya que tenía pinta de ser uno de los caros y sólo pensar que ese taxista la iba a aprovechar me ponía histérico, pero bueno que le íbamos a hacer. Al final conseguimos encontrar el lago donde se encontraba nuestro hotel. Mañana sería otro día. Y efectivamente las vistas nos sorprendieron a nuestro alrededor al despertar. 

Nuestro hotel

Las vistas





Al día siguiente nos dirigimos a la capital Deqen donde nuestro Buda nos esperaba para llevarnos al Templo donde íbamos a pasar dos noches de ensueño, sintiéndome como un auténtico monje tibetano. Durante unos días intenté imaginar a que se iba a parecer tal personaje, sólo sabía de él que había cruzado de la India hasta la China a pie y que había estudiado durante más de 20 años la cultura Budista hasta convertirse en la personalidad más importante de dicha región. 

El recibimiento
Como es habitual con los monjes budistas, el recibimiento se hace con esta especia de bufanda blanca que simboliza la amistad y el respeto. Tengo que reconocer que este hombre respiraba una serenidad y una paz muy peculiar, pero el reloj de oro que llevaba en la muñeca me desconcertaba en cierto modo pero bueno después supe que era un regalo de uno de sus fieles. De echo muchos empresarios ricos hacían este tipo de ofrendas para asegurarse una vida de éxito, salud y prosperidad, el que si que era más curioso era su chófer el cuál no sabía muy bien como tratarlo.

Una vez presentados nos llevo al templo el cuál era realmente impresionante tanto por fuera como por dentro.



El chófer del Buda


Y ya por fin, ahí estábamos, en el templo sirviéndonos un té en la habitación del gran Buda. De echo se pasaba el día bebiendo té el Buda.


Nuestra habitación
De echo como ya os he dicho, mucha gente iba  a visitar al Buda para pedirle una especia de Bendición para la familia, los negocios o simplemente para estar en paz con ellos mismos, eso si, les costaba caro la bendición, así que me hizo gracia estar ahí observando todo eso con los ojos de un occidental. 




Después de esa ceremonia nos dejo a nuestro aire para visitar el templo. Tengo que reconocer que me dejo impresionado y sólo podía pensar en como debería ser el templo de Potala el cuál parece tan inaccesible como mágico. Aún así me sentía muy afortunado de poder visitar el templo desde sus entrañas, compartiendo la vida de todos esos monjes y personas que consagran su vida a la vida espiritual y religiosa.










Me hizo ilusión dejar un pequeño recuerdo de mi estancia en unos de los muros del templo, teniendo en cuenta que el chico me dijo que se necesitaban 5 años de estudios para llegar a ser pintor de muros tibetanos me dio mucho respeto el equivocarme pero no me puedo quejar del resultado.

Que nervios, por dios
Que arte tiene el chaval

Al día siguiente nos invitaron a comer un Hot-Pot en uno de los restaurantes de la ciudad. Lo más impresionante fue que al llegar al restaurante todo el mundo se puso en modo reverencia frente al Buda y nosotros de pie observando tal espectáculo. Sin duda no es algo que ocurra todo los días.




Que bueno que estaba todo eso, no se cuanto le costo pero en todo caso no puedo más que agradecer todo lo que ese hombre hizo por nosotros.

Sin duda una experiencia más para no olvidar.

El último día lo aprovechamos para salir un poco por la ciudad y de paso conocer el ambiente festivo tibetano.









A darle vueltas







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